EL CARBÓN EL LACIANA EN EL SIGLO XX

La apacible vida de Laciana en los primeros años del siglo XX, empezó a verse alterada cuando la crisis provocada por la Guerra Europea (1914-1918), provocó una subida del carbón del 277% en tan solo dos años, lo que llevó las miradas del Gobierno hacia la cuenca de Villablino. En 1900, ya se habían iniciado algunas excavaciones mineras en la zona, aunque se trataba de explotaciones de rapiña, con una escasa producción de mineral que se transportaba en carros hasta Ponferrada. Las exiguas iniciativas carboneras fueron vistas entonces con indiferencia e incluso rechazo por parte de los lacianiegos, que no veían con buenos ojos la irrupción en la zona de este tipo de industria, por considerarla incompatible con las labores ganaderas y agrícolas que entonces presidían la economía de la zona.
Pero a pesar de estas reticencias, el rumbo del valle, y muy especialmente de Villablino, cambió radicalmente con la decisión adoptada en 1918 por parte del entonces ministro de Fomento Francisco Cambó, para promover la explotación a gran escala de la cuenca de Laciana, y la construcción de un ferrocarril desde Ponferrada a Villablino. Esta decisión motivó la constitución el 31 de octubre de este mismo año de la Sociedad Anónima Minero Siderúrgica de Ponferrada, MSP, con un capital inicial de 30 millones de pesetas. Mientras la compañía minera iniciaba este mismo año un ambicioso plan de labores en Villablino, se ponían en marcha los trabajos para la construcción de la línea férrea, contratando a 4.800 obreros, y dividiendo la obra en 15 tajos diferentes.
La famosa epidemia de gripe que en 1.918 asoló el país, alcanzó la zona provocando una desbandada general, que dejó la obra con tan solo 1.200 obreros. Pero a pesar de ésta y otras múltiples adversidades, el 23 de julio de 1.919 llegaba a la estación de Villablino el primer convoy que inauguraba esta importante vía de comunicación, para el transporte de carbón y de pasajeros. La actividad del ferrocarril se multiplicó en pocos años. A los 3 años de su inauguración, este tren acarreó hasta Ponferrada 279.505 toneladas de carbón, el 69% correspondiente a la producción de mineral de MSP, y el resto de otras minas de la cuenca lacianiega.
 Lo mismo ocurrió con el transporte de viajeros, con una media de 117 viajeros diarios. El tiempo empleado en llegar a Ponferrada era oficialmente de 3 horas 20 minutos, aunque nunca se llegaba a cumplir esta hora, y diariamente circulaban un mixto correo y un mixto discrecional. Las salidas eran a las 6,55 horas y a las 14,35 horas, mientras que de Ponferrada los trenes salían a las 8,45 horas y a las 17,50 horas. Un billete sencillo costaba 9,40 pesetas en primera clase, 7,10 pesetas en segunda, y 4,65 pesetas en tercera clase. La estación de tren se encontraba relativamente lejos de los núcleos urbanos tanto de Villablino como de San Miguel, y desde que se puso en marcha la línea férrea, ambas poblaciones empezaron a estirarse en dirección a esta zona. La irrupción en la zona de MSP, provocó una sorprendente prosperidad económica que alcanzó a todos los sectores, e incluso el comercio se vio notablemente alterado, con la puesta en marcha en 1920 de una cooperativa en Villablino, para que sus trabajadores puedan proveerse de artículos básicos a precio de coste.
La fiebre constructora que se vivió en la comarca como consecuencia de la ocupación de <La Minero>, entre los años 1917 y 1925, se mantuvo frenada en Villablino por parte de una burguesía local que mostraba reparos a que los mineros se instalaran en la capital del concejo, aunque curiosamente este mismo colectivo aprovechó las buenas condiciones salariales de los mineros, para crear una amplia red de establecimientos absolutamente dependientes de estos clientes.
A finales de los años 60, la empresa motriz del valle volvió a un introducir un nuevo cambio en la sociedad lacianiega, al optar por la contratación de trabajadores portugueses, para solucionar con urgencia la necesidad de incrementar su plantilla, y debido a la falta de mano de obra en los alrededores. Esta táctica se continuó durante los primeros años de la década de los 70, y culminó en 1975, con la contratación de trabajadores procedentes de Cabo Verde. Casi 4 mil trabajadores lusos pasaron desde entonces por la plantilla de La Minero, además de 171 caboverdianos que hicieron lo posible por traer a sus familiares a la zona, hasta formar una comunidad superior al medio millar de africanos. Aunque en un principio también se mostraron claras reticencias a la integración de este grupo de trabajadores en la sociedad, con ciertos brotes de racismo, posteriormente se integraron y actualmente forman parte de la peculiar idiosincrasia lacianiega, llegando a ser un ejemplo de convivencia entre diferentes culturas.
Pero a partir de 1980, la entonces aún mayor empresa minera privada del país, comienza sus primeros síntomas de declive después de toda una época gloriosa, y uno de los principales símbolos de fortaleza de la compañía minera, el ferrocarril Ponferrada- Villablino, es el primero en soportar la crisis. El mes de mayo de este año, deja de funcionar el correo después de haber transportado a miles de viajeros durante mas de 60 años, en sus románticos vagones a orillas del Sil. Dos años mas tarde las máquinas diesel remplazan a las antiguas locomotoras de vapor hasta su desaparición, dejando de sonar sus inconfundibles silbidos por los ramales de Villaseca o Caboalles, como quejándose del esfuerzo realizado por el transporte de mineral. Fueron las últimas máquinas a vapor de Europa en abandonar su servicio, y una lamentable pérdida que 22 años mas tarde se pretende recuperar de forma simbólica, con la puesta en marcha de un tren turístico. Posteriormente se crearía el primer Plan Estratégico de la empresa, con el fin de poder recuperar la rentabilidad de la compañía minera, y desde entonces no se han dejado de elaborar nuevos planes de este tipo, que venían a sustituir a los anteriores, pero todos ellos con una vigencia reducida. El declive del sector es ya entonces mas que evidente, pero a pesar de la absoluta dependencia de la economía lacianiega a la salud de la industria minera, en estos años aún nadie es consciente de que se avecinaban tiempos de vacas flacas, o al menos nadie quería ver esta realidad.
La década de los 90 se inicia con una nueva crisis en MSP, que desembocaría en la histórica <marcha negra>, organizada por los sindicatos que entonces conformaban el comité de empresa. El 22 de enero de 1992, el entonces director general de La Minero, Alfonso García Argüelles, anuncia una reducción temporal de empleo que afectaría a 250 trabajadores, además del cierre del grupo <María>. Los cuatro sindicatos de la comarca rechazan las medidas, y el 2 de febrero convocan una huelga, a la vez que 8 sindicalistas inician un encierro indefinido en el grupo Calderón, a 300 metros de profundidad. Durante mes y medio se sucedieron las movilizaciones sin ningún resultado positivo, optándose entonces por llevar a cabo una marcha a Madrid para llamar la atención sobre el conflicto, y exigir al Gobierno una salida a la crisis de la empresa. El 7 de marzo, medio millar de mineros partieron al amanecer desde la Avenida Laciana de Villablino, para recorrer a pie la distancia que separa esta población de la capital de España, y 18 días mas tarde, los supervivientes del grupo atravesaban orgullosos el Arco de la Victoria, mientras decenas de miles de personas esperaban su entrada triunfal en Madrid. Al final la victoria no fue tan clara como habían asegurado los dirigentes sindicales, pero al menos sirvió para conseguir los objetivos mas importantes en cuanto a la supervivencia de la empresa, y sobre todo para que durante unos días toda España fuera consciente de que en León había una comarca llamada Laciana, y unos hombres dispuestos a defender su tierra de una manera ejemplar.
 A partir de esta fecha, la crisis del sector minero se reflejó en la zona con un aumento progresivo del desempleo, el paulatino cierre de establecimientos y comercios excesivamente dependientes de la industria minera, y una alarmante despoblación provocada por los sucesivos planes de jubilaciones anticipadas, que se aplicaron en las compañías carboneras de la zona. No obstante Villablino ha venido notando todos estos síntomas con menos virulencia que el resto de poblaciones del valle, debido a la centralización de servicios, y una tendencia de las nuevas generaciones a trasladar su residencia desde los pueblos a la capital del concejo.